Hoy para variar un poco, voy a dejar de lado a los famosos y me voy a meter conmigo misma, a ver si escarmiento de una vez por todas. Resulta que ayer me dió por hacer un poco de ejercicio (cosa que llevaba practicando desde hacía algún tiempo y francamente, me empezaban a gustar los resultados: disminución de cartucheras, de celulitis, tonificación en los muslos, pantorrillas, etc. vamos, lo que viene siendo una mejoría del tono muscular), así que cogí mi cuerda de saltar a la comba (más inocente y pueril no puede ser), puse un poco de música de mi coseña personal: algunos temas de Kiko Veneno, Loquillo, Lady Gaga, Abba, Celtas Cortos, The Doors, Shakira, etc. o sea, un variadito de los mios, miré el reloj del microondas: marcaba las 09.37 am, y allí en medio del salón, con mis pantalones cortos y mi top de rayas azules y mis deportivas Reebook empecé a botar cual niña de siete años en el cole, olvidándome por completo de que a estos siete años había que sumarle treinta, ahí las cosas cambian. Por fin pude entender aquello que dicen que "los niños tienen los huesos de goma". Cuando acabé mi media horita de comba, hice unos estiramientos porque he oído decir que es imprescindible cuando has practicado un deporte: primero en las piernas, después el torso, los brazos y finalmente me dió por estirar el cuello mediante movimientos rotatorios, De repente oí un escalofriante chasquido: algo rápido e inesperado. Al principio no le dí importancia, pero pasados unos minutos, en el cuello (es decir desde la C1 a la C7) se produjo una "terrible rigidez" acompañada de un dolor insufrible. ¡ Hostia terrible!. Diagnóstico: Contractura cervical, no hizo falta ni ir a urgencias, ya se sabe que la experinecia es un grado y yo estoy en el grado superior de las contracturas cervicales (ocho años de experiencia me avalan después de aquel terrible accidente allá por el 2003 que me destrozo la zona cervical) además mi músculo trapecio, ha empezado a odiarme y en lugar de ayudar y cumplir con su función de sostén de la cabeza, no hacé más que putearme. Inmediatamente corrí al botiquín de casa y me tomé mi droga para estas ocasiones: Ibuprofeno® . A continuación cogí mi cogín lleno de semillas y lo puse dos minutos en el microondas y me lo apliqué en la zona dolorida. Tumbada en el sofá, sudorosa, le pedí a Santa Rita (patrona de los imposilbes) que por favor, me quitase el dolor, pero claro, al ser católica NO practicante y atea ocasional, supongo que pasé a formar parte de la lista de espera de los solicitantes de favores a la santa en cuestión, porque cuando me retiré el tratamiento de calor, aquel dolor seguía dando por saco. ¡Malditos receptores del dolor/ nociceptores de mierda ! Para que luego salga el gilipollas de turno diciendo que hay que hacer deporte...Llevó así 24 horas. Por la noche y viendo que aquello no mejoraba y mi mala leche seguia in crescendo (seguía teniendo rigidez cervical, limitación de movimientos, imposiblidad de manejar vehículos -sobre todo a la hora de maniobrar para aparcar-) le pedí a Joan (se supone es mi pareja para lo bueno y para lo malo) que me aplicará una pomada para estos menesteres: Flogoprofen® gel (una pomada efecto frío con olor a menta) pero los hombres son así: faltos de detalles de cariño y egoístas hasta la médula, al menos los que me han tocado a mi por sorteo y viendo que de cada vez se le da mejor hacerse el sueco, decidí después de cenar, volver a visitar mi botiquín y recurrir a una droga más fuerte: Myolastán®. ¿Qué pasó? pues que a los quince minutos de automedicarme (niños,esto no debéis hacer en casa borrad esta palabra de vuestro diccionario), me quedé sobada (con un cabreo monumental) y deseosa de que se cumplieran las palabras de Katy Scarlatta O'hara: "al fin y al cabo: mañana será otro día". Pero Katy Scarlatta se equivocó y al día siguiente fue peor que el anterior.
¡ Maldita niña mimada ! Me alegro de que Rett Butler te abandonara.
Por la mañana ejercí de madrastra (buena) y acompañé al hijo de mi pareja al colegio (eso sí al ver que el dolor no solo no había remitido sino que todo lo contario, empeoraba por momentos, mi mala leche empeoraba a la par que el dolor). Joan preso de un ataque de mala conciencia (eso es lo que yo quiero suponer), se ofreció a venir a buscarnos y acompañarnos en coche al colegio (todo un detalle por su parte, teniendo en cuenta que ignoró mi dolor contractural cuando más necesité unas friegas masajeadoras con la pomada de menta). Después de dejarme en casa: zafarrancho de limpieza: empecé con el salón, después el aseo y después el baño de arriba + las escaleras y me dije: - por hoy basta- eso sí, también descolgué las cortinas y las puse en la lavadora: las del salón y las de la cocina. Cuando llegó "la joya que tengo de novio" encima tuvo el cinismo de echarme la bronca, que si ya me vale teniendo una contractura ponerme a limpiar y a fregar. No le metí una colleja porque soy antiviolencia y porque seguramente acabaría lesionandome de nuevo (con lo caradura que es, ya te digo).
Después de comer, me tumbé en la cama y vi un poco el programa de Corazón (de otoño, supongo) y cuando mi pareja se fue a trabajar, me levantó del nido y presa de la desesperación, cogí la caja de los Myolastán (marca registrada) y aún sabiendo que producen somnolencia brutal, dicha alteración del ánimo causada por la impotencia del dolor era superior a cualquier miedo así que me tomé uno. Hora: 14.35 pm.
Es como si volviese a mi adolescencia que después de pegarle tres caladas a un porro, todo me daba vueltas: las piernas, como las de una muñeca de trapo, mis ojos luchando por mantenerse abiertos, mi cabeza que parecía pesar el doble de lo normal, luchaba por mantenerse erguida y mi sistema nervioso nublado a punto de tormenta, esto es: los efectos secundarios de los relajantes musculares. Pero no quiero dormir. Ahora todo me da gracia incluso diría que me lo estoy pasando en grande. Ya no siento dolor y me siento llena de inspiración y libre. Ahora entiendo que el prospecto avise de que crea adicción, pero es que la sensación de bienestar es tan grande que da ganas tomarse no sólo una cada ocho horas, sino una cada hora y prolongar la sensación tan placentera que producen estas pastillas. Y todo esto por hacer un poco de deporte, vamos por cumplir con lo que te recomiendas a diestro y siniestro todos los expertos en cuerpos sanos. Me cago en la leche, pues que quieren que les diga: prefiero mi celulitis, mi flacidez y mi retención de líquidos a este dolor horroroso tipo cervical que me obliga a crear dependencia con las putas drogas relajantes musculares. Hay que joderse: ahora no solo tengo el problema contractural , sino que además me he creado dependencia de pastillas relajantes. Ver para creer.
¡ Maldita niña mimada ! Me alegro de que Rett Butler te abandonara.
Por la mañana ejercí de madrastra (buena) y acompañé al hijo de mi pareja al colegio (eso sí al ver que el dolor no solo no había remitido sino que todo lo contario, empeoraba por momentos, mi mala leche empeoraba a la par que el dolor). Joan preso de un ataque de mala conciencia (eso es lo que yo quiero suponer), se ofreció a venir a buscarnos y acompañarnos en coche al colegio (todo un detalle por su parte, teniendo en cuenta que ignoró mi dolor contractural cuando más necesité unas friegas masajeadoras con la pomada de menta). Después de dejarme en casa: zafarrancho de limpieza: empecé con el salón, después el aseo y después el baño de arriba + las escaleras y me dije: - por hoy basta- eso sí, también descolgué las cortinas y las puse en la lavadora: las del salón y las de la cocina. Cuando llegó "la joya que tengo de novio" encima tuvo el cinismo de echarme la bronca, que si ya me vale teniendo una contractura ponerme a limpiar y a fregar. No le metí una colleja porque soy antiviolencia y porque seguramente acabaría lesionandome de nuevo (con lo caradura que es, ya te digo).
Después de comer, me tumbé en la cama y vi un poco el programa de Corazón (de otoño, supongo) y cuando mi pareja se fue a trabajar, me levantó del nido y presa de la desesperación, cogí la caja de los Myolastán (marca registrada) y aún sabiendo que producen somnolencia brutal, dicha alteración del ánimo causada por la impotencia del dolor era superior a cualquier miedo así que me tomé uno. Hora: 14.35 pm.
Es como si volviese a mi adolescencia que después de pegarle tres caladas a un porro, todo me daba vueltas: las piernas, como las de una muñeca de trapo, mis ojos luchando por mantenerse abiertos, mi cabeza que parecía pesar el doble de lo normal, luchaba por mantenerse erguida y mi sistema nervioso nublado a punto de tormenta, esto es: los efectos secundarios de los relajantes musculares. Pero no quiero dormir. Ahora todo me da gracia incluso diría que me lo estoy pasando en grande. Ya no siento dolor y me siento llena de inspiración y libre. Ahora entiendo que el prospecto avise de que crea adicción, pero es que la sensación de bienestar es tan grande que da ganas tomarse no sólo una cada ocho horas, sino una cada hora y prolongar la sensación tan placentera que producen estas pastillas. Y todo esto por hacer un poco de deporte, vamos por cumplir con lo que te recomiendas a diestro y siniestro todos los expertos en cuerpos sanos. Me cago en la leche, pues que quieren que les diga: prefiero mi celulitis, mi flacidez y mi retención de líquidos a este dolor horroroso tipo cervical que me obliga a crear dependencia con las putas drogas relajantes musculares. Hay que joderse: ahora no solo tengo el problema contractural , sino que además me he creado dependencia de pastillas relajantes. Ver para creer.
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